chori

De Barcelona a la Argentina. De publicista a emprendedor

21 junio, 2017 | Revista nº 12
En los tiempos modernos en donde la información fluye por todos lados, no tenemos la capacidad de observar datos que andan dando vueltas y que pueden ser disparadores de ideas creativas. Jorge Monroy, nos cuenta su apasionante historia. Luego de vivir en Europa volvió a su país y un artículo de diario bastó para comenzar un exitoso proyecto. Compartimos la historia.

 Voz Empresaria (VE) –¿Sos de La Plata?

Jorge Monroy (JM) Sí, nací en La Plata en 1954, y crecí y me formé aquí. Entre 1978 y 1987 viví en CABA, y desde ese año hasta 2009, en Barcelona, España, donde están mis cuatro hijos y mis dos nietas.  Jamás imaginé que regresaría a La Plata después de más de 30 años, que escribiría y publicaría mis libros aquí y que, además, me dedicaría a hacer, con mi pareja y socia, lo que me más me gusta hacer: crear.

(VE) –¿Cómo surgió la idea del emprendimiento?¿En qué consiste?

(JM) -Yo había regresado a la Argentina después de vivir casi 24 años en Barcelona, donde trabajaba como creativo publicitario, una profesión ejercida desde 1977. El objetivo de mi regreso, en 2009, era dedicarme de lleno a la escritura, y terminar dos libros que había empezado a escribir en España.  Por aquellos días, cayó en mis manos un artículo periodístico que afirmaba que en la Argentina se consumían 600.000.000 de choripanes por año. Sí, ¡SEISCIENTOS MILLONES! Ante semejante dato, como ex publicitario no pude evitar preguntarme qué se podría crear en ese sector, para ofrecer una alternativa al choripán tradicional y acceder a una cuota, aunque fuera pequeña, de un mercado multimillonario como ese.

Me pregunté, entonces, qué pasaría si uno pudiera comprar en el supermercado, por ejemplo, una bolsa con una docena de pancitos congelados, que vinieran rellenos de chorizo parrillero, listos para hornear y consumir. La idea me pareció tan obvia, que era imposible que no se le hubiera ocurrido a nadie, especialmente en un país que, si por algo se caracteriza, es por su creatividad. Pero en mis años de publicitario, había descubierto que las grandes ideas son aquellas que, una vez que surgen, nos parecen tan obvias que nos llevan a preguntarnos: ¿Cómo no se me ocurrió a mí, si estaba tan a la vista? Por lo tanto, casi seguro de que esa idea ya existiría en el mercado, comencé a investigar en Internet, donde encontré un programa de Cocineros Argentinos en el que enseñaban a cocinar un chorizo a la parrilla y luego envolverlo en masa de pan, y unos panes rellenos que los asturianos llaman “bollos preñaos”, y forman parte de las tradiciones más arraigadas de esa comunidad española. Pero ninguno de esos ejemplos se acercaba a mi idea comercial.

En síntesis, yo no estaba inventando ni el choripán ni el pan relleno, pero estaba creando una combinación que nunca se había hecho de manera comercial, con un producto de gran consumo en la Argentina, como el choripán,  y que aspirara a ofrecer una alternativa diferente a un mercado de millones de consumidores. El resto, fue poner manos a la obra y experimentar todas las maneras posibles de producción que estuvieran a mi alcance, hasta encontrar el auténtico sabor del choripán, pero en un nuevo y más práctico formato.

Al cabo de unas semanas, y después de haber sometido el producto al paladar y la crítica de familiares y amigos —mis primeros consumidores—, me atreví a ofrecerlo comercialmente en las milongas de tango que frecuentaba, y el éxito fue total: en pocos días, había logrado vender unos mil pancitos, y eso me permitía tener una pequeña fuente de ingresos. Pero sabía que trabajando solo y en la cocina de mi casa, las posibilidades de convertir esa idea en un negocio, estaba muy lejos de hacerse realidad.

 (VE)- ¿Fue así que pensaste en armar un equipo de trabajo?

(JM)- Pasó mucho tiempo — y unos cuantos cientos de pancitos—, hasta que empecé a pensar seriamente en la posibilidad de convertir esa idea en un verdadero emprendimiento. Pero es muy difícil llevar adelante un negocio si no se cuenta con ayuda de alguien de confianza, alguien con quien compartir no sólo el trabajo, la producción y las ventas, sino también, y sobre todo, la ilusión. Fue así que lo hablé con Stella Maris, mi pareja  —una gran entusiasta y fantástica compañera de Tango y aventuras—, y decidimos hacerlo juntos. Desde ese momento, por supuesto, aumentamos nuestra producción, pero fue cuando supimos de la existencia del PEI (Programa de Empleo Independiente), que vimos más cercana la posibilidad de hacer realidad nuestro proyecto.

(VE)- ¿Te sirvió el curso del PEI?

(JM)- Como dije anteriormente, es muy difícil llevar adelante un emprendimiento en soledad y sin los conocimientos mínimos. Haber asistido al curso del PEI nos dio la tranquilidad de saber que no estábamos solos, que había gente muy capacitada para asesorarnos en todo momento, responder a nuestras dudas y ayudarnos a llevar nuestro proyecto a buen puerto. Pero no sólo eso. El curso nos dio la oportunidad de compartir horas con otros emprendedores que tenían problemáticas, desafíos y temores similares a los nuestros y que, con sus preguntas o comentarios, ayudaban al grupo a crecer.  Hoy, los que participamos de ese curso, tenemos nuestro propio grupo en Facebook, y compartimos allí nuestras inquietudes y también nuestros progresos y alegrías. De no haber aparecido el PEI en nuestra vida, probablemente la idea de producir y vender Mini-choripanes hubiera quedado sólo en eso, en una simple idea.

(VE)- ¿Cómo vendes tu servicio? ¿Con volantes, por Facebook o por otro canal de comercialización?

(JM)- Es una suerte, para los emprendedores de hoy, contar con un medio de comunicación como Internet, especialmente, las redes sociales. Nosotros, por el momento, sólo utilizamos Facebook como medio de comunicación y venta. Tenemos allí un grupo de más de 700 personas, que va creciendo mes a mes. Podríamos haber abierto ya nuestra página web y ampliar nuestra base de consumidores potenciales. Pero recién acabamos de equiparnos gracias al PEI, estamos en un período de transición entre los primeros tiempos, cuando amasábamos a mano la harina y cocinábamos 50 panes por hora en el horno de casa, y esta nueva etapa en que podemos amasar veinte kilos de harina en media hora y hornear 300 pancitos cada 15 minutos.

Por otra parte, de este grupo que tenemos en Facebook y que crece semana a semana,  sabemos que hay un porcentaje alto de personas que han consumido nuestros productos, un porcentaje casi igual que, después de haberlos probado, ha repetido la compra y, también,  un porcentaje que aún no los ha consumido. En otras palabras, que aún tenemos mucho por crecer en este grupo, sin alterar nuestra capacidad de producción ni correr el riesgo de no poder dar respuesta. A eso me refería cuando decía que había que tener claro el público objetivo y saber cuánto se puede crecer, en función de la capacidad de producir. Lo que sí estamos haciendo, fuera de ese grupo, es visitar algunos bares y cervecerías, donde pensamos que nuestros productos podrían ser una muy buena alternativa para ofrecer a sus clientes.

Excepto el logotipo, que fue creado por mi hijo Emiliano, diseñador gráfico en Barcelona, toda la comunicación la hacemos nosotros, de una manera muy sencilla. Desde las fotos que tomamos cada vez que terminamos de producir algo, hasta los textos, tienen un lenguaje amigable, cercano, casi artesanal, como nuestros productos. No se trata, por el momento, de hacer avisos profesionales, como los que creaba en mi pasado de publicitario, sino de comunicarnos con la gente, compartir con ella nuestras experiencias a medida que van sucediendo, e involucrarla en nuestros sueños. Y ese tono de comunicación, por el momento nos funciona muy bien, porque es una comunicación tan artesanal como nuestros productos.

(VE)- ¿Qué expectativas tenés para el futuro del emprendimiento?

(JM)- Obviamente, nuestra principal expectativa de futuro es conseguir que nuestros Mini-Choris y todos los productos derivados de esa primera idea —los panes rellenos de morcilla, las brochetas de pollo o carne envueltas en pan, etc.— , puedan llegar a consumirse en bares, cervecerías y restaurantes de todo el país, que el producto pueda ser ofrecido en la sección de congelados de los supermercados y que, algún día, llegáramos a ver puestos ambulantes de pancitos calientes y crocantes, en todos los parques y ferias del país. Pero eso el futuro, y el futuro es impredecible. Uno puede soñar con el futuro, pero todo el esfuerzo tiene que hacerse en el presente, que es el único tiempo que realmente estamos seguros de estar viviendo. Si uno trabaja bien en el presente, el futuro irá llegando como lo ha soñado.

(VE)- ¿Qué le dirías a los emprendedores que recién comienzan?

(JM)- Por mi profesión de publicitario -y también la de escritor-, he pasado toda mi vida buscando, generando ideas. Yo les diría que crean en ellas. Que sin una idea, prácticamente nada existe. Que no es cierto eso de que todo está inventado o que no queda nada por inventar. Que siempre habrá una nueva y diferente manera de ver, incluso lo ya existente, y convertirlo en algo que no existía. Y eso también es una idea. Les diría, también, que no depositen todas sus ilusiones en el futuro, porque a veces, uno pierde el presente pensando en el futuro. Y ese futuro está tan lejos, que les puede hacer creer, erróneamente, que su sueño es inalcanzable. Que hay que ir paso a paso, pero que cada paso sea firme, por pequeño que sea. Y por último, que no descuiden la comunicación, porque de nada sirve tener una buena idea y un buen producto o servicio, si no sabemos identificar a nuestro verdadero público objetivo y comunicarle adecuadamente lo que hacemos.

Contacto:
Pan & Cía.
Jorge Gómez Monroy
Stella Maris Rodríguez García
Facebook: https://www.facebook.com/groups/PanyCia/

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