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Somos amigos… ¿Podemos ser socios?

8 julio, 2018 | Revista n° 18

Hace unos años conversando con un emprendedor, me contaba los problemas que había tenido cuando decidió dejar su trabajo (un empleo estable pero que no colmaba sus necesidades personales), para emprender junto a un socio (y amigo) algo propio. Esta persona me relataba que uno de los primeros problemas que le surgió fue cuando un día debían entregar un trabajo a un cliente muy importante, y su socio se comprometió a realizar una tarea central en el servicio, que nunca realizó finalmente. Como consecuencia de ello, no cumplieron con el trabajo y se les “cayó” el cliente (y con él comenzaron a caerse otras ventas relacionadas).

Las ventas (y con ella la gestión de la empresa) fueron perjudicándose con el paso del tiempo, y comenzaron a tener problemas entre ellos. Se sintió defraudado ya no por el “socio”, sino porque se trataba de un amigo. Así empezó a poner en duda los beneficios de asociarse, mientras la sociedad que habían formado iba en “caída libre”. Así estuvo varias semanas, tratando de “digerir” lo ocurrido, hasta que un día, en una conversación con sus personas allegadas, llegó a la conclusión de que en realidad no era un problema de la asociatividad en sí misma, sino la falta de definición de roles y responsabilidades de cada uno, y esto debía hacerse de antemano. Sumado al hecho de haber pensado desde un principio que por tratarse de un amigo esto aseguraría per se una armonía laboral y en consecuencia una “buena sociedad”.

Hace unos meses, de visita al municipio, me volví a encontrar con éste emprendedor, quien muy contento me contó que había logrado encaminar la empresa, que seguía de socio con su amigo pero que habían acordado un mecanismo de trabajo diferente al inicial. Dividió roles y responsabilidades, establecieron un reglamento de trabajo, conversaron francamente para despejar dudas y malos entendidos, y tomaron decisiones en la organización de la empresa internas al funcionamiento.
Estos son ejemplos cotidianos, porque es muy común que las primeras sociedades que uno encamine sean con familiares o amigos. En cualquiera de los casos, es conveniente establecer desde el “día cero”, la mayor cantidad de reglas de trabajo, división de responsabilidades, distribución de la rentabilidad, etc. En todos estos años de trabajar con emprendedores, cuando llegaban a la incubadora grupos de amigos que venían juntos desde la facultad, era donde teníamos mayor atención. Porque nos solía pasar que habían cuestiones que inicialmente no se dejaban claro, “total somos amigos, ¿cómo vamos hacer cosas que al otro lo moleste?…” y con el tiempo, cuando surgían los primeros trabajos y se hablaba de compromiso cierto y dinero, llegaban los primeros problemas.

La mayoría de los “emprendedores exitosos”, cuando cuentan sus historias, en su gran mayoría cuentan que la sociedad nació de una relación de amistad. Personas que se conocían y eran amigos de la infancia o de la facultad, y que un poco en juego, y luego cómo un mecanismos de subsistencia, decidieron fortalecer esa amistad en los negocios! Pero en todos los casos, sus relatos hacen hincapié en la necesidad que tuvieron en algún momento, de “dejar las cosas claras” para no hacer peligrar esa amistad.

Estoy convencido que ese núcleo cercano, es muy importante para iniciar los primeros pasos en cualquier emprendimiento, porque con el conocimiento que uno puede tener de un amigo o un familiar, puede encontrar en ellos un buen sostén. Lo que no debemos hacer, por falta de planificación inicial, es poner en riesgo esas relaciones afectuosas por un emprendimiento…

www.cambioemprendedor.com.ar

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